La boca entreabierta y el frío seco que se filtra por los dientes.
El cuerpo enfundado entre infinitas capas de lana apelmazada, bolitas muy pequeñas en la panza del pullover verde y las rodillas que se dibujan bajo el corderoy gastado suben y bajan con frenesí en mi bici celeste.
Pedaleo fuerte. La rueda derecha casi no apoya en el asfalto, extiendo las piernas separando ambos pies de los pedales hasta que el giro de las ruedas se hace cada vez más lento, como si le costara respirar, como si algo la fuera asfixiando hasta obligarla a quedar inmóvil.
Después la dejo tirada y trepo la escalerita negra de la torre para mirar todo desde ahi. No es que este mucho más alto pero subi lo suficiente como para que todo se vea distinto: la casa, el establecimiento, lo de Harris, la camioneta celeste,
los juegos, los viejos cimientos, mamá tendiendo ropa.
Me acuesto boca arriba y aunque siento fria la espalda no importa, esta bueno asi. El cielo pálido acompaña.
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